Están en algún sitio / concertados
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada
nadie les ha explicado con certeza
si ya se fueron o si no
si son pancartas o temblores
sobrevivientes o responsos
ven pasar árboles y pájaros
e ignoran a qué sombra pertenecen
cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo
cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio
desconcertados / sordos
buscándose / buscándonos
bloqueados por los signos y las dudas
contemplando las verjas de las plazas
los timbres de las puertas / las viejas azoteas
ordenando sus sueños sus olvidos
quizá convalecientes de su muerte privada
nadie les ha explicado con certeza
si ya se fueron o si no
si son pancartas o temblores
sobrevivientes o responsos
ven pasar árboles y pájaros
e ignoran a qué sombra pertenecen
cuando empezaron a desaparecer
hace tres cinco siete ceremonias
a desaparecer como sin sangre
como sin rostro y sin motivo
vieron por la ventana de su ausencia
lo que quedaba atrás / ese andamiaje
de abrazos cielo y humo
cuando empezaron a desaparecer
como el oasis en los espejismos
a desaparecer sin últimas palabras
tenían en sus manos los trocitos
de cosas que querían
están en algún sitio / nube o tumba
están en algún sitio / estoy seguro
allá en el sur del alma
es posible que hayan extraviado la brújula
y hoy vaguen preguntando preguntando
dónde carajo queda el buen amor
porque vienen del odio
Mario Benedetti
El próximo 30 de agosto se
conmemora otro día del Día Internacional de las personas desaparecidas,
desafortunadamente en Colombia, país con más de 61.604 desaparecidos, este dia no trasciende mas allá de algunas
organizaciones de Derechos Humanos o que luchan por encontrar a los desaparecidos.
Por
los desaparecidos no se marcha, no hay grandes movilizaciones y el estado junto
con la sociedad prefieren darle la espalda al tema, parece que las desapariciones
forzadas no hicieran parte de la realidad del conflicto colombiano, son escasos
los casos de personas desaparecidas que llegan a la prensa o a la televisión y
si llegan ahí permanecen poco tiempo.
Solo
casos, como las ejecuciones extrajudiciales ocurridas en el gobierno de Alvaro
Uribe, llamados “falsos positivos” lograron que la prensa y una parte de la
sociedad hablara del tema, desafortunadamente las familias de estas personas
fueron amenazadas, poco o nada se ha logrado esclarecer en estos hechos y hay
pocas condenas, principalmente de mando medios, hasta hoy nadie de la cúpula militar
o del gobierno ha pagado por estos aberrantes crímenes.
Hoy
les realizamos un pequeño homenaje a las personas desaparecidas, recordando sus
historias, las hojas ni el tiempo alzaría, solo muestramos algunas historias.
Robert Guáquez
“Él
era una persona muy cómica. Cada que nos reunimos recordamos sus chistes”. Dora
Armero, prima de Robert Hernán Guáquez, recuerda con amargura que en su lucha
por saber qué le sucedió a Robert la han llamado vieja loca, le han dicho que
coja oficio. “La sociedad no entiende. Si uno no se pone al frente de todo, si
uno no va a todos los eventos, sencillamente nadie te va a ayudar”. Su primo
desapareció el 27 de mayo de 2003. Se dirigía de Los Andes a Pasto (Nariño)
cuando, según testigos, la guerrilla lo bajó del colectivo en el que se
transportaba, se lo llevó y lo torturó. Además de esto, poco o nada se sabe de
Robert, que nunca ha sido mencionado como ‘canjeable’ por la guerrilla. “Todo
nuestro esfuerzo es para que él no muera, para que no lo olviden”, comenta
Dora, y dice que si Robert vuelve a casa ya no encontrará a los abuelos que
tanto lo querían.
Luz Stella Castañeda
Luz
Stella Castañeda y su novio, Hugo Armando Moreno, desaparecieron el 19 de
noviembre de 1986. Hugo fue encontrado muerto semanas después en Cáqueza
(Cundinamarca). Su cuerpo estaba quemado y apenas lo reconocieron por un pedazo
de piel del dedo que no se cayó. “Ese día su apartamento fue allanado por el
F2”, asegura uno de los familiares de Luz Stella, aunque la participación de la
Fuerza Pública en este crimen no ha sido comprobada. A su madre, Teresa Rojas,
se le secaron los lagrimales después de 23 años de llorarla. Hoy requiere de
medicamentos para controlar el dolor de recordar a su hija que aún no regresa.
Martha Lucila Montaño
A
Martha Lucila Montaño no le gustaba salir con su hijo Jefferson a la calle.
Había llegado a Bogotá proveniente del Casanare, huía de la violencia y a las
amenazas de los paramilitares. El 16 de diciembre de 2005, contrario a lo que
acostumbraba, Martha Lucila salió con su bebé —en ese entonces de 8 meses de
edad— a visitar a unos amigos. Antes de llegar a donde ellos, llamó a sus
familiares y les dijo que estaba en el Puente de San Carlos, en el sur de
Bogotá. Eso fue lo último que se supo de ella. Desde entonces sus familiares la
buscan y sus amigos, al contrario, la olvidan. A Yadira, su hermana, una amiga
le dijo que era mejor que no se volvieran a ver, “porque si desaparecieron a su
hermana, ¿qué tal hagan lo mismo con uno?”. Así es el grado de estigmatización
que sufre la familia de Martha Lucila y Jefferson, a quienes siguen buscando.
Nydia Érika Bautista
En
una misma semana, Janeth Bautista, sufrió la desaparición de dos de sus seres
más queridos: su novio, Cristóbal Triana, el 28 de agosto de 1987, y su
hermana, Nydia Érika Bautista, dos días después. Los dos eran militantes del
M-19. Janeth dice: “Si merecían la cárcel pues que les dieran la cárcel, pero
no tenían por qué desaparecerlos”. Nydia Érika apareció tres años después,
asesinada. Por su muerte, la justicia destituyó al general (r) Álvaro Velandia,
aunque el Consejo de Estado revocó esta decisión, que fue apelada y hoy está
siendo estudiada. Si Nydia viviera, conocería a Antonia, su nieta, y vería a
Erick, su hijo, consagrase como poeta.
William ‘el pitujito’ López
Carrera
“Pitujito
era muy cariñoso, amoroso y hablaba apenas lo necesario”. Flor Alba Carrera ha
sufridos dos golpes en menos de 7 años: la desaparición de su hijo y la muerte
de su marido. A pesar de esto sostiene, como puede, a sus tres hijos, y busca
incansablemente a William, su ‘pitujito’. Desapareció en febrero de 2004 en
Puerto Asís (Putumayo), y según las autoridades se lo llevó el frente 48 de las
Farc, aunque esta organización guerrillera nunca lo ha reconocido. Desde ese
día, Flor Alba lo espera, pero, dice: “Si está muerto yo voy por su restos a
donde tenga que ir”, a pesar de que no cuenta con recursos suficientes y que
nadie la ha ayudado. Conmovida, comenta que años atrás no era capaz de hablar
de su hijo, pero: “Ahora sí, ahora hay una esperanza”. Durante 8 años, Flor
Alba no ha dormido bien y está enferma. Lo único que desea es descansar.
Leonardo Gómez
Cuando
dos de sus amigos desaparecieron, Leonardo Gómez, de 19 años de edad, salió a
las calles a marchar contra el olvido y la impunidad, para que sus compañeros
regresaran a casa; sin embargo, meses después, el desaparecido sería él: salió
el 14 de noviembre de 1983 a comprar unos materiales escolares y no regresó,
apareció muerto y con signos de tortura. Desde entonces, su hermana Gloria dio
rienda suelta a una lucha cercana a cumplir 30 años, dirigiendo la Asociación
de Familiares de Detenidos y Desaparecidos (Asfaddes), una organización que le
ha abierto los brazos a un drama al que la sociedad le ha dado la espalda.
William López Pedraza
El
infante de Marina William López Pedraza desapareció el 14 de febrero de 2011,
después de un ataque del frente 48 de las Farc. El Estado lo dio como
desaparecido y nunca se volvió a saber de él. “Ellos esperan a que pase el
tiempo para poder declararlo como muerto y deshacerse del problema”, dice su
padre, Elibardo López. La guerrilla nunca lo ha mencionado entre quienes están
bajo su poder. “Era un muchacho divertido. A quien lo conocía le bastaban cinco
minutos para cogerle cariño. Con su partida quedó un vacío gigantesco en la
familia, sufrimos un giro de 180 grados. Todos nos hemos centrado en buscarlo y
eso nos ha afectado. Yo me quedé sin trabajo, y lo poco que me entra es para
recorrer el país a ver si algún día lo encuentro”.
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